Rebusco las ofertas, sí, pues claro. Amo la buena cocina, pero mis posibilidades (mejor diría las de mi mecenas gastronómico) son limitadas, así que si encuentro un descuento del 48% en un degustación de estrella Michelín pues me apunto, está claro. Pero lo que también está claro es que no quiero que el descuento se note ni en la comida ni en la atención.
Llegamos a Aranjuez en un día medio lluvioso pero bonito. Este lugar un tanto decadente siempre me provoca sentimientos contradictorios, no sé si me gusta o me chirría, con su palacio tristón, sus jardines monótonos y su río verdoso, los puestecitos de fresas y los alrededores de aspecto lánguido.
Casa José es una institución. Llegamos en pleno bullicio de aperitivo y da gusto ver la barra a tope. Nos atienden con corrección, buscando nuestra reserva, pero, oh!, cuando ven que somos de los del descuento, la expresión cambia, con un leve, pero apreciable, gesto despectivo nos envían directamente al sótano. No hay sitio para nosotros en el comedor principal. Lo de la ubicación puedo entenderlo, los de arriba pagan más y hay que amortizar todo el local, además el comedor de abajo, aunque carece de luz natural y está junto a los servicios, es mono y acogedor. Lo que no me gusta nada es el desprecio, eso no, ser amable no cuesta dinero y yo también quiero mimos, no quiero un 48% de descuento en amabilidad porque soy una clienta, aunque me vaya a gastar un poco menos. Además si se apuntan a estas promociones, por algo será, no? Así que esto les recomiendo: No escatimen en cortesía. Se nota mucho y no es un buen comienzo.
Durante todo el servicio hay cierta sequedad, que se va suavizando a medida que hago preguntas sobre el menú y comento algunos de los platos con la camarera. Me da rabia porque hay muchas cosas que me gustan y sé que con una pizca más de delicadeza habría disfrutado mucho de esta experiencia.
El menú se compone de:
Lo más destacable es el hecho de que cocinan con productos de la zona, especialmente todas las verduras, que compran directamente a los agricultores y que además no cuecen por lo que mantienen todo su sabor y colorido. En ese sentido destaco la lombarda y todas las verduritas que acompañaban a las pochas.
Me gustó todo el menú, quizá un poquito más floja de sabor la lasaña de tubérculos, pero me pareció un bocado agradable al paladar, con una textura muy suave.
La oca está tierna y jugosa y me encanta lo del membrillo asado, un añadido original y muy apropiado para esta carne magra.
También el postre estaba delicioso y eso que no soy muy amante de las castañas, pero la crema era esponjosa y no demasiado dulce, combinada a la perfección con las láminas de chocolate negro.
Con el calvados nos sirvieron unas tejas finísimas y crujientes para rematar.
Como dije al principio, en el transcurso de la comida el trato se fue suavizando y creo que al final conseguí casi sentirme a gusto. Eché un vistazo a la bodega y también me asomé a un monísimo reservado que tenían por ahí escondido y en el que debe dar gusto disfrutar de una velada íntima. Un lugar fabuloso si quieres impresionar al alguien, je.
En fin, me sigo quedando con el tema verduritas, que creo que lo trabajan muy bien. El resto de los platos, aunque no deslumbren, cumplen sobradamente las expectativas y comimos, hay que recordarlo, casi casi a mitad de precio ;)
(Fotos: Tito Expósito)
Llegamos a Aranjuez en un día medio lluvioso pero bonito. Este lugar un tanto decadente siempre me provoca sentimientos contradictorios, no sé si me gusta o me chirría, con su palacio tristón, sus jardines monótonos y su río verdoso, los puestecitos de fresas y los alrededores de aspecto lánguido.
Casa José es una institución. Llegamos en pleno bullicio de aperitivo y da gusto ver la barra a tope. Nos atienden con corrección, buscando nuestra reserva, pero, oh!, cuando ven que somos de los del descuento, la expresión cambia, con un leve, pero apreciable, gesto despectivo nos envían directamente al sótano. No hay sitio para nosotros en el comedor principal. Lo de la ubicación puedo entenderlo, los de arriba pagan más y hay que amortizar todo el local, además el comedor de abajo, aunque carece de luz natural y está junto a los servicios, es mono y acogedor. Lo que no me gusta nada es el desprecio, eso no, ser amable no cuesta dinero y yo también quiero mimos, no quiero un 48% de descuento en amabilidad porque soy una clienta, aunque me vaya a gastar un poco menos. Además si se apuntan a estas promociones, por algo será, no? Así que esto les recomiendo: No escatimen en cortesía. Se nota mucho y no es un buen comienzo.
Durante todo el servicio hay cierta sequedad, que se va suavizando a medida que hago preguntas sobre el menú y comento algunos de los platos con la camarera. Me da rabia porque hay muchas cosas que me gustan y sé que con una pizca más de delicadeza habría disfrutado mucho de esta experiencia.
El menú se compone de:
Aperitivo:
Lasaña de tubérculos con brotes tiernos y
jugo de lechuga.
Entrantes:
Pochas con coles de invierno de Aranjuez ♦ Lombarda acidulada.
Principal de pescado:
Lubina al vino tinto falso helado de sepia.
Principal de carne:
Magret de oca a la violeta con membrillo asado.
Magret de oca a la violeta con membrillo asado.
Postre:
Castañas en crema sobre láminas de cacao caramelizado y sorbete de chocolate.
Castañas en crema sobre láminas de cacao caramelizado y sorbete de chocolate.
Lo más destacable es el hecho de que cocinan con productos de la zona, especialmente todas las verduras, que compran directamente a los agricultores y que además no cuecen por lo que mantienen todo su sabor y colorido. En ese sentido destaco la lombarda y todas las verduritas que acompañaban a las pochas.
Me gustó todo el menú, quizá un poquito más floja de sabor la lasaña de tubérculos, pero me pareció un bocado agradable al paladar, con una textura muy suave.
La oca está tierna y jugosa y me encanta lo del membrillo asado, un añadido original y muy apropiado para esta carne magra.
También el postre estaba delicioso y eso que no soy muy amante de las castañas, pero la crema era esponjosa y no demasiado dulce, combinada a la perfección con las láminas de chocolate negro.
Con el calvados nos sirvieron unas tejas finísimas y crujientes para rematar.
Como dije al principio, en el transcurso de la comida el trato se fue suavizando y creo que al final conseguí casi sentirme a gusto. Eché un vistazo a la bodega y también me asomé a un monísimo reservado que tenían por ahí escondido y en el que debe dar gusto disfrutar de una velada íntima. Un lugar fabuloso si quieres impresionar al alguien, je.
En fin, me sigo quedando con el tema verduritas, que creo que lo trabajan muy bien. El resto de los platos, aunque no deslumbren, cumplen sobradamente las expectativas y comimos, hay que recordarlo, casi casi a mitad de precio ;)
(Fotos: Tito Expósito)
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