Humboldt describió la violeta del Teide. Sólo por eso ya cuenta con mi predisposición. Además se dedicó a algunas de las ramas de la ciencia que más me fascinan: la etnografía, la geografía, la antropología, el humanismo... Y, sobre todo, Humboldt era un viajero, un explorador. Ése era también mi ánimo yendo a cenar al restaurante que acaban de abrir en Tenerife, el Mirador de Humboldt. Su ubicación es magnífica, con unas espléndidas vistas al valle de La Orotava, que tienen también su encanto en una noche despejada, así que conviene pedir una mesa en primera línea de paisaje. Esa nube reluciente (en la foto) que parece suspendida en una dimensión desconocida es un reflejo caprichoso de una lámpara que nos acompañó en la velada.
El restaurante es amplio, con las mesas bien distribuidas, la decoración sencilla, agradable, con una parte de la cocina a la vista y un equipo muy pendiente de la clientela. Pero vamos a lo que vamos, empezando por el final, le decía al chef, Pedro Rodríguez, cuando terminamos de cenar, que lo que más me importa cuando voy a un restaurante es comer bien, que todo lo demás puede sumar -la atención, la presentación, la originalidad de los platos, el entorno, la vajilla y la cubertería...-, pero comer bien es lo fundamental y en el Mirador de Humboldt, para ir concretando, se come muy bien.
El menú degustación (45 euros) incluye un despliegue de divertidas propuestas. No voy a describir todos los platos por no alargarme pero diré que, en general, destaca la buena calidad de los productos, la delicadeza con que han sido cocinados y se nota también que han sido probados y elaborados con respeto y dedicación.
Aperitivos sugerentes como las nueces garrapiñadas con miel o este arroz inflado al curry de la foto ya presagiaban osadía y buen hacer.
Antes de continuar con el menú, un inciso para los vinos. Cuentan con una máquina estupenda, dispensadora de copas, que da un magnífico servicio para le maridaje y, además, tal como me explicó el maitre (un profesional tan preparado como cercano), mantiene el vino en perfecta conservación gracias a un sistema de temperatura y vaciado. Así pues, optamos por dejarnos llevar en el vino y aceptar sus propuestas que nos depararon momentos tan originales como la propuesta de un blanco rueda, 10 meses de barrica, para el salmorejo, tinto con el pescado o, lo más particular, una cerveza negra para un postre de chocolate. Fascinante!
También buenísimos y recién hechos los panes, de mantequilla y romero, de aceitunas negras, frutos secos, de chorizo, de hierbas provenzales... Y como había platos de toma pan y moja, venían fenomenal.
Después de una papa bonita rellena de conejo en salmorejo, de sabor delicado y suave fondo, me gustaría destacar el huevo (cocinado a 65 grados, o sea, tiernito), con una cebollita (hecha durante 10 horas) y acompañado con el jugo de la misma. Un placer para quien ame las texturas suaves y la combinación del huevo poché con papas azucena. Ya decía alguien que el buen hacer de un cocinero se demuestra en los huevos con papas, cierto es.
La propuesta de pescado, un cherne jugoso en su interior, crujientísimo en la superficie, con unas migas de mojo, mojo rojo y cama de batata rústica, esto es, en palabras del maitre, sin más que batata hecha puré, natural, o sea, eso, rústica.
Nueva sorpresa con la carne, una pechuga de pollo, cocinada al vacío, con piel crujiente y un acompañamiento nuevo para mí, la quinoa, un germinado similar al cuscús pero con un sabor más intenso, también le hicieron bien al pollo unas cuantas chantarellas y un calabacín tierno. Sabrosísimo y lejos de cualquier pechuga de andar por casa que se pueda imaginar.
De los postres sobresale con altísima nota el que han denominado "Aromas". Aquí, en la foto se puede ver su remate, perfumado con aroma de rosas y azahar. Ay! Como para caerte redonda. Una arriesgada apuesta frutal con cítricos, piña herreña, pétalos de clavelito chino, parchita, gelatina de pera... De verdad creo que es de los postres más amables y deliciosos que he probado, además de contar con la característica de que, a cada cucharada, varía su sabor según la combinación de
frutas que acierte a coger la cucharita.
Para "neutralizar" nos acercan un postre de yogur en
diversas texturas, entre las que resalta un polvo liofilizado ácido y gustoso que me hace pensar en voz alta: si alguna vez tienen que neutralizarme que sea con esto.
Este postre lo hacen con yogur de leche de cabra de El Hierro y les sirve como homenaje a la isla. Me gusta que nos cuenten esto, me gusta que la comida
se expanda como seña, como reconocimiento, que
adquiera esa parte humana.
Acabamos con chocolate y cremoso caramelo salado, os recuerdo que acompañado de cerveza negra!!!, además de otras "chuches", como unas nubes de fruta de la pasión..., sólo el nombre despierta todos los sentidos.
Luego, visita a la cocina, charleta con el chef, que, aunque se apellide Dios de segundo, me pareció encantador y absolutamente nada pretencioso.
Mis felicitaciones a él y a su equipo, Humbold estaría orgulloso de volver a este mirador y unirse a su aventura.
Alguien me había hecho un comentario, de pasada, sobre el restaurante del Mirador de Humbold y su filosofía, y hoy (15 de Agosto), aprovechando una visita al Puerto de la Cruz hemos parado a comer.
ResponderEliminarMientras disfrutábamos de las atenciones de bienvenida busqué en internet algo al respecto y encontré este blog.
Tengo que subrayar una por una las palabras que le dedican en este blog aunque no me haya atrevido con el menú degustación debido al calor. Hemos hecho una comida ligera y hemos sido obsequiados con una atención exquisita complementada con un buen hacer a todos los niveles. Creo que es el resultado de sumar unos productos excelentes con una elaboración honesta y una fe casi religiosa en su profesión.