Íbamos a La Punta en busca de camarones, siempre hay que tentar a la suerte por si se consigue una de esas montañitas de pipas de girasol encarnadas con sabor a sal y mar. Esta vez no la hubo, suerte digo, o quizá sí. En en lugar de los camarones, nuestra mesita de El Roquete, rodeada de surferos y pescadores se llenó de sabor. Y digo yo, que sí, que hay otras muchas cosas pero una es fundamental, cuando me siento a la mesa, cuando me dan de comer, cuando me lleno la boca, quiero SABOR. Lapas, pulpo y pescado, tres básicos, tres fondos de armario, tres platos sencillos que pueden servir de tentempié o conducirte a largos suspiros de placer. Entoces, sí, decido que sí, tuvimos suerte. Las lapas jugosas y sabrositas, a la plancha, con su mojo de cilantro, quizá sólo, por ponerles un pero, algo más templadas que calentitas. El pulpo guisado exquisito, al dente, con todo su pleno sabor untoso, resistente y fresco, en su punto de sal, con un chorrito de aceite y vinagre y el jugo de una guindilla de putalamadre (así se llama por estos lares, que no soy de tan mal hablar). A esto me refiero, a que el pulpo guisado sólo es eso, pulpo guisado (guisado en canarias equivale a cocido en la península, no significa que lleve elaboración alguna el guiso) y que puede convertirse en delicia y sabor puro.
En cuanto al pescado, no hay nada que me guste más que hallarme en zona costera y que me ofrezcan pescado, así sin apellido, "tenemos pescado". Suena perfecto. Cierras los ojos y dices sí, sí al pescado, sí al pez pescado, en suma. Esta vez era un bocanegra, también conocido como gallineta, hecho a la espalda pero sin refrito de ajo, que esta vez sumó más que restó a la carne prieta y laminada que casaba a la perfección con las papas arrugadas, de textura suave y resbalosa. Regado con vino del país se convirtió en una comida magnífica que nos hizo olvidar -sólo por el momento- los camarones que perseguíamos. Por cierto, el precio también nos facilitó la digestión, poco más de 15 euritos por persona.
En cuanto al pescado, no hay nada que me guste más que hallarme en zona costera y que me ofrezcan pescado, así sin apellido, "tenemos pescado". Suena perfecto. Cierras los ojos y dices sí, sí al pescado, sí al pez pescado, en suma. Esta vez era un bocanegra, también conocido como gallineta, hecho a la espalda pero sin refrito de ajo, que esta vez sumó más que restó a la carne prieta y laminada que casaba a la perfección con las papas arrugadas, de textura suave y resbalosa. Regado con vino del país se convirtió en una comida magnífica que nos hizo olvidar -sólo por el momento- los camarones que perseguíamos. Por cierto, el precio también nos facilitó la digestión, poco más de 15 euritos por persona.
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