Cuando escucho hablar de comida basura, suelo pensar en lugares de comida rápida que no frecuento. Pero no siempre es así. La comida basura nos acecha, está a nuestro alrededor, quiere atacar nuestras papilas gustativas cuando menos nos lo esperamos.
He ido al cine un par de veces esta semana. Los cines ya no están en las ciudades, están en esas otras ciudades artificiales, en esos no-lugares que son los centros comerciales, paraísos también del mal comer. En un "Cañas y tapas" del CC Nassica, quieres sólo eso, tomarte una cañita, no esperas mucho de la tapa pero no tienes por qué aceptar un plato de basura, un insulto a los huevos rotos con jamón, bañados en aceite y clara sin cuajar. No tienen por qué cocinar tan mal, no deberían permitírselo, aunque la clientela ni siquiera se percate, aunque nadie proteste, no se puede dar de comer así.
Hoy mismo he vuelto al cine, he huído del centro comercial para la caña, por no repetir experiencia, y hemos pasado a un bar cualquiera, un bar en el centro, de nuevo caña y tapa, esta vez, un pulpo a la gallega. El más triste pulpo a la gallega, desmerecedor también de dicho título; deberían sincerarse y escribir en la carta: ración de pulpo reseco y pasado de cocción, embadurnado en aceite y pimentón, tremendamente falto de cariño, sobre patatas mal cocidas, correosas e insípidas.
¿Es tan difícil poner una tapita decente, aunque sólo aspiremos a que acompañe una cerveza?
No buscamos alta cocina cuando salimos del cine, sólo un respeto mínimo para el paladar y a nuestro dinero.
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