lunes, 15 de junio de 2015

Tapadaki, fusión japomediterránea en Málaga, sabroso y bien conjuntadito.

Con la fusión en la comida pasa lo mismo que con la fusión en la música: hay que tener sensibilidad e inteligencia para combinar cosas que proceden de universos distintos y conseguir que el resultado tenga sentido.
Lo japo parece tener pocos puntos en común con lo mediterráneo... o no.

Estuve en Málaga el fin de semana, había oído hablar de Tapadaki, pero todavía no había tenido oportunidad de comer allí y, para ser sincera, no terminaba de convencerme esta idea que se gestó a partir del Asako. Sin embargo, paladares de confianza me habían sugerido que me acercara, así que tras una provechosa ruta museística que recomiendo encarecidamente si pasáis por Málaga, nos decidimos por esta comida de fusión.
Como era domingo, y los domingos no tienen sushi, probamos las propuestas de carta que precisamente tienen que ver con ese encuentro japomediterráneo.

Así que empezamos con un tartar de pez mantequilla, con miso y mayonesa de wasabi muy sabroso, bien conjuntadito y refrescante, que se dejaba comer sobre tostaditas crujientes. Una muy agradable entrada.

Luego, algo más original fue el espeto de pulpo a la parrilla con puré de patatas ahumado y salsa de cacahuetes a la lima. Un plato con ciertos riesgos que, sin embargo, preparan con absoluto acierto. el pulpo estaba en su punto, terso y tierno, al puré se le sacaba el aroma ahumado y la salsa, tal vez un poquito escasa, sintonizaba muy bien con el conjunto.

Pero, sin duda, la estrella de la comida fueron los fideos tostados con langostinos salteados y ali oli de peras gratinado: una auténtica delicia que percibían todos los sentidos. Sabor envolvente y suculencia en un plato bien concebido y bien elaborado. Tal vez no había mucho de japonés en la receta, pero tampoco se echaba en falta, la verdad, con lo mediterráneo tuvimos de sobra.
Seguimos con un ceviche ecuatoriano, bastante bien preparado, con unos chips de plátano que le iban estupendamente. Esta vez ni japo ni mediterráneo, pero se lo perdonamos por lo gustoso.

Por último, un plato a priori interesante, pero no demasiado bien resuelto: risotto con queso de cabra, gambón y helado de kimuchi. El sabor excesivamente intenso del queso de cabra acaba acaparándolo todo y el helado de kimuchi, a pesar de ser una muy buena idea, no consigue aligerar el conjunto. Yo cambiaría de queso sin dudarlo y el plato ganaría enteros.

Y vamos con los postres, con tres nos atrevimos: Mousse de naranja con gelatina de campari y arena de pan de especias con miel (toma ya!); brownie de té verde; y chocodaki.
Los tres estaban ricos, no estallaban fuegos artificiales en ninguno, pero tampoco hay reproche que hacerles.





De la mousse, destaco el acompañamiento; muy bien elegida la gelatina, con el amargor del campari, y el polvillo de pan de especias para hacerle el juego a una mousse quizá demasiado neutra.
 Acertado también el brownie y, esta vez sí, con reminiscencias japonesas, tanto en el té verde como en el helado de azuki. Sabores elegantes en un postre bien construido sobre una salsa de coco que no se pasaba de lista.



Así que ya tenemos otro punto en el que recalar en Málaga. La jefa de cocina, Beatriz Hernández Moliner está haciendo, desde luego, un trabajo más que digno.

El precio, alrededor de 27 euros por persona.

Además, en el fin de semana también nos pasamos por el Mesón Mariano, donde de nuevo nos deleitamos con una muestra de la mejor cocina tradicional y un trato tan exquisito que dan ganas de quedarse a vivir.