martes, 25 de noviembre de 2014

La Alvaroteca, el placer de no tomarse tan en serio la cocina

O sea, sí, es seria, pero no.
Que no, que no es necesario ponerse estupendo. Que cada día me gustan más los restaurantes relajados, en los que no te sientas intimidada, que no estás en un templo, que comer es sagrado, pero a la vez vulgar, que es importante, pero divertido, que vas a la mesa expectante, pero con ganas de divertirte, de disfrutar.
La Alvaroteca es un local modesto, pero un sitio de esos que dan buen rollo y, de principio a fin, la comida se desarrolla con ese mismo espíritu. Comida rica, sabores intensos, aromáticos, sugerentes y... divertidos.
Pero ojo, que la diversión no se confunda aquí con platos hechos sin fundamento. No es comida rápida ni nada que se le parezca. Sin embargo, creo que cada degustación tiene esa chispa que te pone el paladar juguetón.
 Álvaro Ávila, joven y experimentado chef, prepara unos platitos cosquilleates, como estos langostinos, envueltos en pasta kataifi, acompañados con un falso coral de algas. Los langostinos son grandes y tersos, al morderlos con la pasta crujiente, el sabor recuerda al de las gambas a la gabardina, pero la textura es más ligera y agradable. La fritura en su punto los deja jugosos por dentro y con los hilos de pasta crepitantes.

También comimos unas almejas (en Madrid, a las de este tamaño las llamamos chirlas) con curry que, aunque picantes y sabrosas, fue el plato que menos emociones me despertó. Quizá la salsa me parecía demasiado básica y poco delicada. Al resto de los comensales, sin embargo, no les daba de sí el pan para mojar, así que...

Tres platos más, otras tres delicias lúdicas: arroz negro con ali oli verde, tartar de atún con aguacate y cochinillo confitado con patatas violette.

El arroz, meloso y con sabor (no como esos que sólo saben a tinta de qué sé yo qué), con calamaritos y ¡un descubrimiento! huevas de pez espada que, aunque invisibles, eclosionan al masticar con un encantador chasquido que vigoriza la textura de arroz. Me encantó esta sorpresa. El ali oli suave y gustoso combinaba de maravilla, equilibrando el plato sin imponerse.






Fresco, fresco, fresco y sabroso el tartar de atún cuyo único misterio reside en dejarlo en buena compañía y beneficiarlo de un perfecto aliño. Pues este tenía de ambas cosas y acostumbrada últimamente a que a cualquier cosa le llaman tartar y a veces no es más que un revoltijo de pescado crudo sin sentido, se agradece un plato delicado y, al mismo tiempo, radiante de sabor.




Esta foto la tomo prestada de su face porque no encuentro la mía, quizá me la comí




Y, para rematar, el cochinillo confitado, uno de mis platos favoritos y, curiosamente, esta vez, al margen de que estaba perfecto de punto, de piel crujiente, y jugoso y suave el interior, me llamó poderosamente la atención la guarnición, una patata violette, casi dulce, otoñal y con un ligero aroma terroso y ahumado que conjuntaba extraordinariamente con la carne melosa del cochinillo.




El vino que nos recomendaron fue un Lunares 2013 de Ronda, fresco y potente, que fue mejorando a lo largo de la comida. Yo andaba un poco resfriada, así que es probable que no fuera mi mejor día para evaluar un vino. Me resultó un poco más rasposo de lo que debía de ser el caldo seguramente por la irritación de mi garganta, y digo esto porque a nadie más se lo pareció :/


La parte más juguetona del asunto llegó con el postre al que han denominado Máster chef. Se trata de una tarta de queso rellena de fresa y cubierta de chocolate blanco que los comensales se encargan de adornar. Un entretenimiento gastronómico que sólo en un ambiente tan agradable se atreverían a proponer. Así que yo encantada participé en el experimento con entusiasmo y creo que el resultado obedece justamente a lo a gusto que te hacen sentir en La Alvaroteca, un local recomendable, de precio asequible y comida rica y bien hecha, respetuosa pero sin ínfulas.




Enhorabuena a Álvaro Ávila y a su equipo por hacernos pasar un buen rato, por cocinar bien y por compartir ese espíritu humilde y cariñoso con la clientela. Se agradece una comida relajada y chisposa que se deje querer, que regale alegría.

680 62 52 14